Mostrando entradas con la etiqueta ser tocado. Mostrar todas las entradas
Mostrando entradas con la etiqueta ser tocado. Mostrar todas las entradas

lunes, 12 de enero de 2015

La importancia de tocar y ser tocado

Tocar y ser tocado tiene que ver con algo natural en el vinculo con el otro. Cuando uno toca a un semejante pasan cosas a nivel sensorial y también a nivel emocional, porque ser acariciado o abrazado es una forma de sentirse amado y amar. El tocar es una necesidad fisio-psico-afectiva que surge en la más tierna infancia, pero en muchas oportunidades se tiende a poner distancia cuando crecemos y se encuentran miles de excusas para justificar no ser tocados. Por supuesto que al hablar del contacto físico con el otro no hablamos del pegoteo, ni de pasar todo el tiempo del brazo, sino de poder sostener gestos de ternura con personas importantes para uno y que son significativas para nuestro equilibrio síquico. Parece contradictorio pero en un mundo con mayor comunicación hay un mayor sentimiento de soledad y en muchos casos es insoportable sentirse solo en el medio de tanta gente. Es que el avance de la tecnología ha cambiado radicalmente nuestro modo de vida. Se trata de pensar cuáles son las ventajas y los inconvenientes que ha traído el desarrollo tecnológico en las comunicaciones y ver si es posible establecer un equilibrio en nuestras relaciones sociales afectivas más intimas. Si nos remontamos en el tiempo antes que aparezca el teléfono para hablar con alguien había que desplazarse; y si bien fue un invento de incalculable valor hizo que pasáramos de un contacto físico a un contacto auditivo. Algo similar paso con la televisión. Antes de ella la gente se juntaba para jugar a las cartas o hablar de cualquier cosa y pasaban mayor tiempo juntos. Es decir que de un contacto pleno, se pasó a un contacto visual, auditivo, emocional a distancia y cada uno en su lugar. Hoy día hay otro tipo de presencia que es la virtual y esto nos confronta a nuestra capacidad de entrar o no en contacto con el otro. Es llamativo como ciertas personas se conforman con un contacto únicamente virtual y también se arman una vida virtual que no siempre tiene que ver con lo que realmente son, sino con una imagen ideal de como suponen que deberían ser. En estos casos lo virtual no es un medio suplementario que ayuda a conocerse, sino que, con frecuencia, es la única forma de relacionarse, y seria interesante poder pensar que es lo que le pasa a aquellos que evitan el contacto físico con el otro. Cuando uno no permite ser tocado corporalmente, también está impidiendo o intentando reducir a su mínima expresión el acercamiento emocional. Porque mantener las emociones y sentimientos a distancia es una forma de evitar ser invadido por las emociones. Ya sabemos que el contacto físico con el otro produce sentimientos y estados de ánimo que a veces no pueden ser controlados y eso es imperdonable para algunos. Más aun, pueden ser considerados como una traición de nuestra vida interior y una forma de mostrar nuestras debilidades. Es por eso que algunos necesitan controlar las emociones y mantenerlas a distancia. Y nuevamente volvemos a una pregunta que nos hacemos con bastante frecuencia, ¿qué hago yo para transformar eso que no me gusta? Qué tengo que ver con eso de lo que me quejo? Por supuesto que lo que sucede en nuestra infancia influye en nuestra personalidad y, si de niños se nos ha impedido el contacto con el otro se van a generar inhibiciones que de adulto pueden llegar a complicar las relaciones de todo tipo Decia Sartre “somos lo que hacemos con lo que los demás hicieron de nosotros”. Y esto es así en la medida en que no somos responsables de la falta o del exceso de afecto que nos dieron nuestros padres cuando niños, pero, una vez adulto sí somos responsables de lo que hacemos con eso. Esta posición nos permite pasar del estado de víctima al de alguien que toma las riendas de su propia vida y salir del estado de reproche para empezar a cambiar aquellas cosas que no nos gustan. Vivir anestesiado emocionalmente no hace más que cortar o al menos reducir considerablemente el campo de nuestra vida.

viernes, 19 de agosto de 2011

No soporto que me toquen

Hay personas que evitan que les den besos y huyen de los lugares con mucha gente. Cuando alguien intenta hacerles una caricia o un mimo hacen un movimiento como para desprenderse o eludirlo, tienen una evitación del contacto físico.
Una mujer de unos 29 años no soportaba que le pongan la mano sobre los hombros, que le tomen el brazo amistosamente o que le toquen el cabello. Decia “para mi que me toquen es peor que si me ven desnuda. Me siento violada, me asfixio y tengo la impresión de que es el principio del fin”.
Esto sucede porque el cuerpo tiene memoria y además marcas invisibles. Estas marcas tienen que ver justamente con trazos en algunas partes del cuerpo que se produjeron en los intercambios táctiles con las figuras parentales. En la mayoría de las personas que no soportan tocar ni ser tocados, hay una historia complicada en el vinculo con la madre. Huir del contacto físico es una manera de no querer abrir un baúl de recuerdos dolorosos. Porque todos sabemos que el cuerpo habla de nuestra historia y de nuestros padecimientos. Uno puede leer parte de la historia de una persona a través de su postura, de la calidad de su piel, incluso de su mirada y además cada individuo puede hacer un relato de su vida a través de lo que llegó a su cuerpo, por la memoria corporal y por lo que se le contó. Por ejemplo que a alguien le digan “De chiquito eras muy ordenado y limpio, tenés las manos de tu padre, o esta cicatriz es porque de chico eras travieso y arriesgado”, todo eso hace marca. Rechazar ser tocado es negarse a aceptar ese pasado que no termina de ser pasado porque se reactualiza permanentemente. Hay casos extremos en que las enfermedades de la piel pueden ser utilizadas inconcientemente como una manera de distracción, justamente para poner la mirada en otra cosa.
La piel es el órgano más grande del cuerpo, son casi dos metros cuadrados de piel que en algunas personas forman una especie de escudo entre el afuera y el adentro.
Decia una mujer de 33 años. Cuando alguien empieza a tocarme, tengo la impresión de que piensa que todo está permitido y que yo soy su cosa y ahí me pongo agresiva. Ella dudaba entre ser invadida por el otro o desbordada por sus propias emociones, como si sus límites corporales y síquicos fueran poco fiables y entonces su cuerpo es utilizado como un escudo para impedir la proximidad de un semejante.
De todos modos a veces es difícil evitar ser tocado y muchas veces cuando estas personas se dejan hasta pueden comprobar que les resulta reconfortante y hasta descubrir sensaciones agradables.
Pero no hay que olvidar que ya Freud hablaba del cuerpo como zona erógena, y que el cuerpo todo esta ligado a la identidad psicosexual. Y si nos detenemos en esto vamos a ver que este evitamiento aparentemente generalizado, en realidad se dirige a otro bien preciso. Entonces podemos preguntarnos quién es este otro que no soporto tocar ni que me toque porque corro el riesgo de que me provoque un placer sexual que no puedo controlar? Esta es una pregunta para hacer en el ámbito del consultorio, porque realmente todas las hipótesis son realmente posibles y cada uno deberá pensar que es lo que lo concierne, y en estos casos es importante poder realizar una reconciliación entre el cuerpo y la psiquis.
Una mujer de 38 años decía que de pequeña se molestaba cuando alguien intentaba abrazarla, y que a los 10 o 12 años cuando veía a alguien con intención de tocarla empezaba a saltar. A los 16 ya sufría mucho con el contacto y se ponía colorada y lloraba. Esto le sucedía tanto con desconocidos como con los amigos. Su piel reaccionó con un excema que no cedía, entonces solicito una consulta. Ahí dijo, “pude darme cuenta que había desarrollado una caparazón para no ser tocada y que además desplazaba en los otros el rechazo que tenia de mi madre y de su insistencia en poseerme, en querer saber todo de mi y de retenerme cerca de ella. El análisis me salvo la piel.”