Este blog esta destinado a tratar temas que nos preocupan a los seres humanos. De que manera nuestros comportamientos, nuestros temores, influyen en nuestra modalidad de vinculo, en nuestros exitos y fracasos.
jueves, 3 de diciembre de 2015
Neoliberalismo y subjetividad.
La presión y abusos laborales son la regla en las multinacionales, -especialmente en las tecnológicas- porque los costos tan competitivos que ofrecen a sus clientes necesariamente están ligados a los abusos laborales.
Lacan dijo que existe una relación entre el sistema económico dominante y los cambios en la subjetividad o sea en “la estructuración psíquica Se preguntó que tiene que ver lo particular del sufrimiento, con los “avances” de la tecnociencia ” y lo llamó el discurso del capitalista.
Hace 40/50 años atrás a ninguno de nosotros se nos hubiera ocurrido pegarle a un maestro, cuestionar a nuestros jueces, o pensar en políticos o policías como corruptos. Había una ética.
Dice Lacan: El discurso capitalista es algo que se consuma y se consume tan bien que acaba por consumir al sujeto”. Se producen objetos desechables. Lacan dijo que “no es que el capitalismo no sirva para nada, sino que los objetos que produce son los que no sirven para nada”. Estamos en el discurso de los mercados. Vos sabes que en lugar de sujetos hoy en día se habla de los mercados con sus “flujos de capital”. En realidad el agente es Nadie. El esclavo fue sustituido por el obrero y ahora por el robot, de los que naturalizamos su consumo pero que son rapidamente desechados y remplazados por otros, y son la forma de un nuevo discurso que es el discurso del mercado.
Es una “ideología de la exclusión del sujeto” donde prima la idea de que los mercados funcionan solos, regidos por sus propias leyes, independientemente de la voluntad de sus actores y de quienes resultan afectados por los movimientos del capital. Hemos escuchado mas de una vez decir “los mercados están nerviosos, hay que tranquilizar a los mercados”. Ultimamente se dice el dólar va a valer lo que diga el mercado. Y esto tiene como efecto la expulsión de parte de la población hacia los bordes y también afuera del sistema. Nosotros lo hemos vivido en carne propia y esperemos que no se repita.
El sujeto cree que tiene libertad cuando maneja el control remoto o cuando decide la marca del equipo que va a comprar, pero no puede hacer otra cosa más que seguir lo que indica el manual de instrucciones.
No se trata de que el avance de la ciencia no sea bueno, sino del uso que se hace de ella. Internet por ejemplo es un descubrimiento maravilloso, pero le propone al sujeto pertenecer a una comunidad virtual en la que no se necesita poner el cuerpo y te permite ser lo que no sos”.
El “pienso luego soy fue reemplazado por el “tengo...”, , “soy un consumidor de...”
El objeto tecnológico da respuestas casi ilimitadas de acuerdo a su diseño, pero no sabe quien lo maneja, solo con la contraseña se puede acceder a su funcionamiento y además está constantemente a la disposición de su propietario, taponando la pregunta, y asimilando la demanda y el deseo. Esta a la mano del sujeto.
Esto mismo sucede con los psicofármacos donde no hay una modificación en la posición subjetiva; el dispositivo es meramente un sirviente al que se le hace hacer. La relación con la tecnología es absolutamente utilitaria en el sentido de “me servis o no y si no me servis te tiro y te cambio por otro que responda mejor y más rápidamente a mis demandas”.
Esto también pasa con las personas. En las empresas, sobre todo en las multinacionales, se usa a los sujetos hasta que dejan de servir, para ser reemplazados por otro sujetos/objetos.
la película Matrix….es una especie de metáfora gigante de cómo estamos controlados por un poder anónimo”. Entonces podemos preguntarnos¿qué significa la libertad? se es libre para elegir la orientación sexual, para elegir la ropa, etcétera”, pero las posibilidades de decisión son muy limitadas.
Se trata de construir otras estructuras que armen lazo y que permitan al sujeto preguntarse por su deseo.
El discurso capitalista, es una nueva formación de transacción, para seguir soñando frente a la pregunta por la inconsistencia de los valores sociales (la declinación paterna, el declive del Estado-nación). Frente a esta pregunta el discurso capitalista se ubica en el lugar de supuesto amo. En él el sujeto encontraría al objeto y a la vez está en posición de creerse no sujetado a nada. Sutura la falta, pero no hay lazo social. Es la invitación a un supuesto y completo bienestar. El sujeto queda ofrecido como objeto de consumo. Y finalmente, lo que produce este discurso no es más que objetos consumidos y el sujeto como consumidor termina consumido.
Cuando hablan de crisis económica, se encubre que no sólo se trata de un cambio de estado, sino también, un cambio de lugar, el dinero cambia de mano, de la mano de los pobres a las manos de los ricos, como siempre.
El discurso capitalista sin embargo es tan fuerte que se propone y se consolida como discurso único y es tan astuto que lleva al sujeto a confundir el objeto con el objeto de consumo y lo consume e instala (si tiene suerte en el reparto) en el “bienestar”.
Las preguntas que surgen inevitablemente son ¿Qué hay del sujeto y del objeto? ¿Qué del deseo, en este discurso? Lo que aparece es del orden de la apariencia y enmascara la abolición del sujeto. Es el malestar que se traduce como angustia, inquietud, nerviosismo, aburrimiento. Este malestar muestra sentimientos diversos donde el cuerpo habla o dice lo que la conciencia se prohíbe.
Una mercancía por excelencia es la información e impone una nueva estructuración de la conciencia del mundo. Constituye una gran fábrica de signos que circulan a escala global. La producción, la velocidad y el consumo inmediato de estos signos conllevan la devoración y pérdida de las tradiciones.
Con la velocidad de la información todo es fugaz, queda sujeto a interpretaciones y no nos queda nada sólido a lo que poder aferrarnos.
Esto tiene serias consecuencias en la personalidad porque mientras el capitalismo se expande, la personalidad se fragmenta, pierde los elementos de referencia de integración y protección social. Los individuos se encuentran ante un futuro incierto, llenos de desolación, divididos, solitarios y sin una identidad clara. Esto lleva a fenómenos vivenciales de carácter regresivo que tiene como consecuencia una vida cada vez más cerrada y excluyente donde la propia comunidad se torna en el referente único desde todos los ámbitos. Aquí creemos que está, una de las vertientes, del origen de los nacionalismos étnico-culturales y de los fundamentalismos religiosos.
En la sociedad neoliberal y neoconservadora se da una paradoja; por un lado se intenta homogeneizar a la población con el lema “mercado para todos” o todos juntos, pero, por otro lado, se trata de establecer una diferencia sobre la base de privilegios de clases. El orden social supone una desigualdad económica y una merma cada vez más creciente del poder adquisitivo. Esta forma de globalización económica con la liberalización a favor del capital, conduce a la llamada “dictadura del mercado global”, que anula y destruye el estado de bienestar. Este “mercado global” no integra a todos, ya que deja a muchos fuera, acentuando la división entre muchos pobres y unos pocos ricos.
El tema del egoísmo es central en la sociedad capitalista. Se rompe con la noción de lo social, lo que fundamenta la vida en la polis. El egoísmo lo moderan con una cuota de simpatía.
Nosotros somos máquinas de sobrevivencia programadas para propagar la base de datos digitales que efectúo la programación”. La vida ya no transcurre en un ámbito familiar, la historia no nos habla en el lenguaje acostumbrado y hasta la propia sociedad se torna desconocida. Esta es la nueva versión que nos ofrece y nos deja la ciencia actual.
El capitalismo ha sido posible merced al control disciplinario, llevado a cabo por el biopoder que ha permitido crear los llamados “cuerpos dóciles”.
En la medida en que uno sea conciente de lo que pasa va a poder encontrar nuevas modalidades para salir adelante. Esta época es la “era de la angustia”. Paradójicamente en el mismo centro de nuestro tiempo la transgresión misma es elevada a la categoría de norma y este hecho incita más intensamente al deseo. Vivir el momento viene a ser la ideología dominante. Vivir para uno mismo y no para la posteridad. Se pierde el sentido de la continuidad histórica.
La familia, la escuela y la iglesia ya no proporcionan un marco normativo y valorativo que sirva al ciudadano a encontrar una identidad adecuada para adquirir determinadas normas y nociones para orientarse en un mundo enigmático.
La ruptura de permanencia y pertenencia respecto del grupo familiar, pérdida del sentimiento de continuidad con las generaciones anteriores y además la visión del futuro se rompe y ya no cumple la función como algo que es posible construir desde el presente.
Hombres y mujeres están dedicados a trabajar y no tienen tiempo para ejercer el rol de padres ni para sustentar la familia. Así la vida cotidiana requiere la ayuda de expertos para solventarla. Es en torno a “las terapias” donde se construye el bienestar personal, la salud mental y física.
La vida se vive en el presente carente de futuro. El narcisismo es una forma de individualismo que lleva al aislamiento del yo.
El hombre contemporáneo es una persona profundamente dependiente de los otros para construir su auto sentir.
Erige barreras contra las emociones y está buscando emociones fuertes. Sufrió por no poder sentir.
Es una sociedad que demanda por un lado sumisión a la norma social pero por otro rechaza dichas normas para fundar un código de conducta moral, que termina por socavar la autoestima.
Los tiempos actuales han desarrollado como en ningún momento de la historia un sometimiento de una magnitud sobrecogedora. Pero para poder realizarlo ha sido necesario la presencia de un desarrollo del capitalismo, que convirtiera en tentáculos de su dominio todos los conceptos antes señalados: lo religioso, lo político, lo económico, lo científico. Todo está en el juego de este sistema, en la medida en que se muestra protector, conciliador, generador de seguridad y bienestar, pero haciendo creer que ese es el único mundo existente. Este complejo entramado ha tenido un primer momento de un “hurto sistemático de palabras” que era patrimonio de todos. Se apropiaron de estas palabras, cancelando lo subjetivo de ellas y del saber que implicaban, saber intersubjetivo, saber de los sujetos, constituyendo un único saber objetivo, saber avalado por la ciencia, por la política, por las aspiraciones sociales, por la religión y haciendo del pensamiento único, la única manera de concepción para el humano. Se plantea que sólo los necios, simples y obedientes, son los que alcanzarán el éxito social.
El mensaje es no intentes entender, ¡obedece y triunfarás!. Palabras como hombre, mujer, violencia, democracia, derechos y un sinfín de ellas han sido convertidas en puros conceptos, las más de las veces, vacíos, en manos de un poder y de una compleja trama de intereses y de una permanente insistencia, desde el advenimiento del sistema de producción del capitalismo.
Tal sistema se ha revelado perfecto para cancelar la protesta, la duda, la discrepancia, en la medida en que se ancla en el desamparo humano y en el atávico miedo a la libertad que de ello se deriva. El capitalismo se ubica en el eje central del desamparo, pero parte, con el mecanismo perverso, de la declaración inequívoca de los derechos de estos desamparados: establece un nivel de principios teóricos que inhiben toda sospecha, toda duda.
La posibilidad de errar en la elección precipita al ser humano en la angustia. El ser precipitado sin reservas en el universo del símbolo, tiene la libertad, de elegir y por ende de equivocarse, de dudar, de sentir la inseguridad, de sentir la culpa, de no elegir lo correcto, etc.
No existe el quien, solamente hay un qué, una constatación de su poder interventor, de su fuerza desmedida. Es tan clara la eficacia de tal anonimato que en la actualidad las compañías de todo tipo son Sociedades Anónimas en las que cada vez con mayor frecuencia se atienden no con personas, sino con voces automáticas y anónimas que indican la tecla que hay que tocar, limitando la demanda a sus parámetros y en las que recitas la misma cuestión un sinfín de veces. Se canceló toda protesta contra una actuación deficiente, contra un servicio mal dado, contra una simple queja. Ante la indignación, solamente queda pulsar una tecla. No se trata de eliminar mano de obra, se trata de introducirnos en todas las esferas de la vida en el anonimato, en el “esto es lo que hay y es lo único”; esto o el desamparo total, la inseguridad del individuo; o el sumiso rebaño o la muerte. Ni solos, ni libres, ni pensantes, ni diferentes; solo necios y obedientes.
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