sábado, 19 de noviembre de 2011

El amor y el odio. Un camino bastante escabroso

Muchas personas creen que el amor y el odio son sentimientos encontrados, pero me gustaría hacer un aporte diferente sobre la naturaleza del amor. Porque lo opuesto al amor no es el odio, sino la indiferencia. Ya dijimos varias veces que el amor es un nutriente que motiva a todos los seres humanos, ya que todos tenemos necesidad de dar y recibir amor; y el odio corresponde a la misma lógica, en cambio en la indiferencia no hay relación, no se reconoce al otro y hay un no amor absoluto.
Pensemos en algunas situaciones donde todos vamos a poder reconocernos, donde sentimos que el amor se convierte en odio y no por eso dejamos de amar.
Por ejemplo el niño que odia a su hermano más chico, porque cree que va a perder el amor de su madre, y porque tiene pensamientos de venganza de haber sido destronado, o también un niño que tuvo un papa que no pudo mostrarle su afecto, cambia su amor por odio porque no se sintió querido.
El odio también puede transmitirse. Hay personas que creen que dan amor cuando en realidad no hacen más que transmitir odio. Por lo general aquellos que se sacrifican permanentemente por los otros no se quieren a si mismos, porque es básico que para querer al otro uno primero debe quererse.
Y por lo general odiamos en el otro esos aspectos que odiamos de nosotros mismos y que no podemos reconocerlos y entonces los depositamos en el otro, es decir los proyectamos. Cuando tomamos conciencia de estos mecanismos los podemos empezar a revertir y así va a ser posible pacificar nuestro espíritu. Es decir que la ambivalencia es algo esencial del funcionamiento psíquico. Freud hablo de la ambivalencia de la pulsión.
La relación amorosa se caracteriza por la convivencia de estas dos emociones. A todos nos ha pasado de amar a alguien y al mismo tiempo podemos hacerlo sufrir a pesar de que se lo valora por encima de todo.
Amar es querer poseer el objeto deseado y esta posesión ya es una forma de violencia que se transforma en odio en el momento en que el objeto amado se opone a que se realice ese deseo de posesión.
Entonces cuando se ama también se odia, porque el odio es la contrapartida del amor; es decir que no hay amor sin odio. Incluso hay un refrán que dice “Del odio al amor, solo hay un paso” esto quiere decir que amar a alguien también significa odiarle, Hay un filósofo y psicoanalista que se llama Zizek, que dijo que “La medida del amor al otro, es el daño que puede infligírsele” Esto parece terrible, porque nos preguntamos como es posible decir que los insultos y golpes tienen alguna relación con las palabras amorosas y las caricias. En realidad podríamos decir, que tienen la misma estructura, porque hay una intensidad de afectos en donde los participantes están tomados.
Para terminar me gustaría citar el tango Ódiame, que en realidad pertenece a un poema de un autor peruano Federico Barreto, (el ultimo ruego) que dice Si tú me odias quedaré yo convencido, De que me amaste, mujer, con insistencia. Pero ten presente, de acuerdo a la experiencia, Que tan solo se odia lo querido.

En la pareja, como vivir juntos y sentirse libre

La pregunta es cómo conciliar el deseo de autonomía y el convivir en pareja. La verdad es que no es fácil, pero si se logran armonizar estas dos posiciones es posible tener una convivencia armoniosa.
Hay muchas personas que dicen que ésta es la era del erizo, porque mientras están alejados les falta el calor del prójimo, pero cuando se acercan un poco, las espinas hacen que se lastimen. Mas allá de esta metáfora lo que habría que encontrar es una distancia adecuada entre el deseo de autonomía y las ganas de estar con el otro, porque acá nos encontramos con una paradoja que tiene que ver justamente con estas dos posiciones que parecen inconciliables.
La vida en pareja es deseada, pero el individuo quiere guardar su intimidad, su independencia y diferenciarse de los otros. Es decir que “estar con” el otro es algo muy importante porque uno no se construye solo, pero no por satisfacer esta necesidad se va a relegar el crecimiento personal.
En la vida amorosa aparece este deseo doble, es decir estar solo y estar con el otro. Y hay parejas que tratan de conciliar estas dos situaciones alternando periodos de vida en soledad y otros viviendo en pareja, mientras que algunos viven en pareja pero en casas separadas aunque la mayoría vive bajo el mismo techo.
En una encuesta realizada se comprobó que hay tres momentos importantes en que las parejas hacen cosas juntos, sexualidad y descanso, comidas y televisión. El resto del tiempo cada uno lo dedica a sus actividades personales. En realidad lo importante es encontrar un equilibrio entre la fusión y la división absoluta, es un entre dos que bascula entre lo individual y lo colectivo. Aun cuando en una pareja ambos realicen actividades diferentes, uno puede comentarle al otro todos los pasos y los resultados, y el otro puede interesarse por un proyecto de su pareja y entonces por ahí no sabe los pormenores, pero esta interesado en las actividades de la persona con quien tiene un proyecto común y además al interesarse le está diciendo “lo que vos haces me importa” y este tiempo cuenta tanto como el tiempo compartido.
Entonces vivir bajo el mismo techo puede permitir a cada uno desarrollar sus capacidades personales y tejer un lazo con el otro sin necesidad de que sea o muy laxo o muy cerrado. Esto se consigue dejando espacio para lo privado y el respeto mutuo aceptando la reciprocidad, esta es una manera de ser libres estando juntos.
La televisión a veces puede ser un motivo de discusiones en la pareja porque absorbe la mayor parte del tiempo común; los problemas aparecen porque al hombre le gusta hacer zapping y por lo general es el quien tiene el telecomando y entonces aparecen las diferencias porque los intereses son diferentes.
Igualmente los hombres y las mujeres no tienen el mismo concepto acerca de lo que es el tiempo personal y el tiempo compartido.
Cuando el hombre está en la casa desea que su mujer no se vaya y ahí tiene un comportamiento mas fusional, pero, por lo genera,l en el momento en que él lo decide; y cuando él está dedicado a sus ocupaciones personales (sea trabajo o amigos) se olvida del contexto domestico.
En cambio la mujer está más atenta, mas vigilante y le interesa dar y recibir signos de atención. Ella espera que cada uno demuestre, lo más que pueda, el interés por el otro. Es decir que vive más sobre un continuo y no hace cortes tan tajantes como el hombre, porque aunque esté ocupada en sus propios proyectos está atenta y disponible para los otros.
Igualmente la vida en común tiene momentos apasionantes y otros que no lo son tanto. Hay muchos que idealizan la relación y tratan de jugar un rol determinado y se esfuerzan por disimular los defectos y los puntos débiles para no mostrar más que una imagen ideal de sí mismos y de la relación.
Pero la verdad es que la vida en pareja tiene dificultades que por lo general están relacionados con las diferencias entre los espacios de intimidad de cada uno y de la intimidad de la pareja. Para estar lo mejor posible hay que respetar los espacios propios y los del otro y también poder transformar dentro de lo posible, los proyectos individuales en un espacio compartido.