En nuestra infancia se consolida o no la confianza en uno mismo y en esto la actitud de nuestros padres marca una tendencia, aunque no es completamente determinante.
En el consultorio se escucha como motivo de consulta este problema presentado de diferentes formas, por ejemplo “soy timido, no se decir no, me siento juzgado siempre por los otros, tengo el sentimiento de no ser querido, ni merecerlo”, etc.
Que quiere decir que alguien no se tiene confianza?, En este caso el paciente revela que algo anda mal con relación a si mismo o con los otros, sea en el amor, en el trabajo o en el vinculo con los otros, es decir que las cosas no funcionan y explican que eso es así porque no se tiene confianza. De todos modos, esta verbalización, no tengo confianza el mi, es siempre el producto de una historia singular, porque no se nace tímido o acomplejado, es un producto, quiero decir que se va haciendo.
En todos los casos hay un punto en común que es la relación particular que se establece con los padres, y a partir de ahí van a surgir elementos que van a dar lugar a esa falta de confianza. Claro que hay muchas actitudes de los padres, conscientes o no, que van a dar lugar a determinados problemas, pero esto no quiere decir que eso vaya a dar lugar a un determinado tipo de neurosis, de ninguna manera y por otra parte hay niños y adultos mucho mas influenciables que otros. Porque a veces los padres proyectan en sus hijos sus sueños incumplidos. Recuerdo hace unos años a una señora que utilizó sus influencias para que su hija entrara en el Teatro Colon para ser bailarina cuando la niña tenía varios kilos de más y encima no le gustaba la danza.
Ya Freud había señalado que “los padres no pueden impedir proyectar sus sueños mas importantes sobre sus hijos”, es decir que ahí donde ellos fracasaron sus hijos van a tener éxito, olvidándose que los niños tienen inclinaciones e intereses diferentes, porque son personas diferentes. Muchas veces cuando se dan cuenta que los niños no van a cumplir sus sueños se decepcionan y tal vez sin darse cuenta, denigran a sus hijos de manera sistemática. Pensemos que la palabra paterna no es cualquier palabra, sino la más importante que el niño pueda escuchar y entonces se imagina que efectivamente no sirve para gran cosa.
Otros padres en cambio son tan sobreprotectores que no les permiten hacer su propia experiencia. Ellos dan el mensaje de que la vida es muy peligrosa y esto genera mucha angustia e inestabilidad en los niños que no hacen prácticamente nada que genere el mínimo riesgo. Entonces más adelante en la vida, tienen muchas inhibiciones y miedos sin que puedan ligarlos aparentemente a nada, pero que impiden vivir una vida de acuerdo a sus deseos.
Otra situación que puede suceder es que los padres no hayan transmitido un ideal. Si por ejemplo alguien escucha de sus padres que el destino está marcado y que uno debe contentarse con lo que tiene, una vez adulto prefiere aburrirse con un trabajo mal pago que mudar por algo mejor pero que no le da seguridad. Porque lo que hace que queramos cambiar son los ideales interiores, pero para construirlos tuvo que haber padres que crean en uno y que nos animen a concretar los propios deseos.
Asi como la desvalorización es mala, la sobrevaloración también lo es, porque no permite tener una conciencia exacta de los potenciales de cada uno. Cuando los padres sobrevaloran a un niño, por lo general, siente que sus recursos son insuficientes para cumplir con semejantes expectativas y entonces fracasan.
Otra forma de desvalorización tiene que ver con los deseos parentales inconcientes, sobre todo cuando son hostiles, precisamente porque esos deseos no se pueden controlar. Estos son papas por lo general muy infantiles que ven que, cuando sus hijos triunfan, en lugar de sentirse orgullosos, los ven como rivales. Pensemos que puede pasar en el psiquismo de un niño frente a un problema de esta naturaleza, y entonces es ahí cuando se producen una serie de síntomas para no triunfar.
De todos modos, como decía antes, una vez adulto uno puede decidir hacer otra cosa con su vida o seguir culpando a sus padres por lo que no le dieron.
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